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Un sueño hecho realidad

Está claro, Don Bosco no ha inventado nada. Sabemos por la historia que, cuando él llegó ya todo existía: el oratorio, las escuelas profesionales, el sistema educativo, cosas que a veces venían de muy lejos. En la misma Turín otro oratorio había precedido a los suyos, y no faltaban institutos profesionales. Por tanto, es necesario separar la historia verdadera de los agregados cariñosos y separar el mito.

 

Pero más se quita y se descarta, más crece Don Bosco. Más se lo trivializa, más se lo encuentra engrandecido y presente. Este sacerdote muerto hace ya un siglo aparece en los diarios como si estuviera vivo. Es noticia, no como conmemoración o recuerdo. Los que se acercan a él dicen simplemente con las mismas palabras que el albañil analfabeto, Bartolomé Garelli, dirigía a los muchachos callejeros como él, en el invierno turinés de 1841: “Vamos a Don Bosco”.

 

Y allá, en aquel entonces, no había institutos, juegos, deportes, ni ningún atractivo para los jóvenes; sólo había una pieza cerca de una iglesia. Pero con Don Bosco adentro. Él era la atracción. Hoy también él es la novedad, la explicación, lo inédito. “Vamos a Don Bosco” se va a Don Bosco, no para ver un buen momento, quizás majestuoso, sino para frecuentar a una persona viva.

 

Quizás toda la historia de sus obras se pueda resumir en una sola imagen: Don Bosco que va y habla, que rompe silencios y distancias, que no finaliza un día sin hablar con Dios en la oración y a los suyos en los famosísimos discursos de las Buenas Noches.

 

La relación afectuosa del santo de Valdocco con los jóvenes se puede justamente redefinir con esta linda expresión: “amor demostrado”. Dar al joven el respeto de si mismo, convencerlo de que hay una grandeza a su alcance, decirle “se puede”. Juancito Bosco robaba, cuando pequeño, los secretos de los acróbatas y prestidigitadores y luego repetía sus ejercicios frente a sus amigos, esto lo hacía como una forma de rebeldía frente a la asombrada resignación de los campesinos, que no se sentían capaces. Y siguió rebelándose hasta el día de su muerte: cada joven desalentado era para él una verdadera declaración de guerra.

 

 

Domingo Agasso





Presencia del animador

Don Bosco, quiere una "pedagogía de la libertad". Pero para él no hay educación a la libertad verdadera sin la presencia fraterna del animador entre los jóvenes, en una vida integrada al mismo nivel que la de ellos: la "pedagogía de Don Bosco" se dirige a la conquista del jóven, va a su encuentro, lo comprende desde su interior, dialoga seriamente con él... Don Bosco repetía frecuentemente a sus salesianos: "¡Amen lo que a ellos les gusta!... ¡que sepan que ustedes los aman!... "


La presencia del animador es el centro de la pedagogía de Don Bosco:

· La presencia al servicio, totalmente consagrado, de "cada" animado.

· Presencia de una persona que ama.

· Presencia que significa estar siempre con los muchachos/as, aún cuando se está cansado y, al menos momentaneamente se perdió la confianza en ellos.

El animador hace ver al muchacho que siempre su mayor alegría es la de hablar, conversar y entrenerse con él, aún cuando interiormente sienta el deseo de un poco de tranquilidad, de descanso, de soledad.


La presencia nos pide:



+ Saber "perder tiempo" por los intereses de los jóvenes.


+ Díalogo profundo con cada uno de ellos


+ Aceptar que el proceso del muchacho tiene "sus" tiempos, distintos de los nuestros.


+ Disponibilidad. Interés. Sacrificio de los propios gustos, desos, etc.


+ No confiar sólo en nosotros mismos, poner todo en manos de Dios.


+ Creatividad para ocupar al muchacho



Presencia - Asistencia

Cuando hablamos de asistencia hablamos de una presencia constante y constructiva del animador entre sus animandos. Presencia del joven, presencia amorosa y animadora de su progreso y su desarrollo moral, espiritual y cultural.
Esta asistencia, encierra en si y realiza al mismo tiempo la instrucción y el ejemplo. Y educar, es dar ejemplo, es conocer, orientar, guiar, animar a los muchachos al bien, resolver sus dudas, ayudarlos a superar las dificultades; y esto, en forma continua, de modo de darles una cierta estabilidad en el bien. Esto supone... Una asistencia activa, generosa, sacrificada. Una presencia amable, con particular estilo de bondad, de cordialidad, de inmediatez, alegre, amistosa, paterna.

 

"No te canses de vigilar, de observar, de comprender, de socorrer, de tener compasión...", decía Don Bosco.



Algunas consideraciones concretas de asistencia:


Si quieres ser amado, sé amable.

Haz siempre de modo tal que todos los que se acerquen a ti, se conviertan en tus amigos.

Mantén una actitud confiada, no sospechosa.

Lealtad. Que el niño sepa que asistimos. La asistencia debe ser diligente, dulce, franca...

Al mandar, usa expresiones como esta: "podrías hacerme el favor", "estarías dispuesto a hacerme un favor". No uses nunca el tono de mando y no mandes cosas superiores a las fuerzas del individuo.

Preocúpate de hacer bien y con plenitud lo que haces.

Absoluta imparcialidad. Nunca preferencias ni enemistades. Ecuanimidad con todos.

Siempre posturas, trato, presentación... de bien educados (nunca manos encima, sobrenombres hirientes, palabras groseras, etc.)

Carácter constante, superando las variaciones de humor. Guíate siempre por la razón y no por la pasión.

Firme decisión. Seguridad en lo que mandas y mantén una orden justa. Sano criterio. Piensa bien lo que pides o mandas. Mantén tus promesas.

Impecable puntualidad.

Ojo avisador. Observa a "todos", no sólo a algunos; pero que tu mirada vaya preferentemente a los díscolos. Observa delicadamente todo y a todos, nos decía Don Bosco.

Ver todo, disimular mucho, corregir poco.

Espera a que estén calmos. Dales la oportunidad de expresar libremente sus razones y establece con ellos un diálogo sereno.

Trata de conocer pronto los nombres y la índole diversa de tus muchachos.

Completo acuerdo con tus colegas. No desacredites a los otros animadores criticando su actuación, más bien alábalos.

Que los muchachos estén siempre ocupados.

Ten cuidado particular de los mayores: háztelos amigos y serán tus colaboradores en la disciplina.

No esperes el reconocimiento de nadie; si lo hay mejor, pero tú trabaja siempre por amor a Dios y por el bien del muchacho.

Admite que la paciencia es indispensable y también interminable. En la práctica quiere decir: repetir el mismo aviso mil veces con el mismo entusiasmo que la primera vez, con confianza a toda prueba y calma inalterada.

Oración: solo Dios puede mover ciertas voluntades e influir en su libertad, recuerda la importancia de tu testimonio: orar por y con los jóvenes.

No dejarse robar el corazón por una criatura y por ello descuidar a los demás.

Es un gran mal estar quietos cuando se sabe de algún desorden y no tratar de impedirlo (Don Bosco).









Información extraida del cuadernillo curso de animadores nivel 1.

 
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